miércoles, 12 de febrero de 2014

Sobre la responsabilidad y su papel en la política

Como soy vago, rescato este artículo que publiqué hará unos 3 años en Bella Ciao.



No es ningún secreto que la difusión de la responsabilidad es una de las mayores justificaciones de la maldad humana. En 1961, fue juzgado Adolf Eichmann por su responsabilidad en el Holocausto judío. Eichmann, que era el encargado de las deportaciones a campos de concentración, alegó que él no tenía ninguna responsabilidad de las muertes, dado que se limitó a cumplir órdenes.

El mismo razonamiento se puede extrapolar en la misma dirección, y también en la contraria: los ejecutores también cumplían órdenes, y los que daban las órdenes no mataban personalmente a nadie.


El jucio de Eichmann hizo que el psicólogo Stanley Milgram desarrollara uno de los experimentos sociales más célebres de la historia: un grupo de voluntarios hacía el papel de profesores, que debían realizar preguntas a un grupo de actores que fingían ser también voluntarios. Si los alumnos fallaban las preguntas, los profesores debían castigarles con descargas eléctricas (que, en realidad, no se producían). Los alumnos fingían dolor y suplicaban terminar con el experimento, mientras Milgram insistía a los profesores a que continuasen ejerciendo su papel.

Un 65 % de los sujetos administró descargas letales (lo intentó, más bien) a los actores. Una vez más, sólo cumplían órdenes.

El experimento resulta impresionante, y más estando inspirando en el régimen nazi… pero se sigue pudiendo aplicar a la política actual. Vivimos en un mundo donde se asesinan, violan y torturan civiles e inocentes indiscriminadamente. Pero, ¿de quién es la responsabilidad?

¿Es de los soldados que sólo obedecen órdenes? ¿Es de los generales que les mandan? ¿Es del gobierno que les manda a ellos? ¿Es de los bancos y las multinacionales que presionan a los gobiernos para que lo hagan?

Pongo un ejemplo reciente, como puede ser la invasión a Libia. Las tropas de la OTAN lanzaron fósforo blanco sobre la población. Un arma química prohibida por los convenios internacionales. En las imágenes se pueden ver a niños y adultos calcinados, con miembros amputados y repletos de quemaduras.

Sin embargo, difícilmente podemos ver a Zapatero dando siquiera una muerte rápida a alguien. ¿Es posible imaginárselo con una pistola, apuntando a la frente de un niño, o torturándole? ¿O simplemente no tendría estómago?

Pero sí tiene para hacerlo mediante la difusión de la responsabilidad, porque no está muy claro de quién es la culpa. ¿Es de Zapatero? ¿De los soldados que lanzaron el fósforo blanco? ¿De Obama, Sarkozy y Berlusconi, por presionarle? ¿De British Petroleum, Exxon, Repsol y demás empresas interesadas en el petróleo libio? ¿Quién tiene la culpa de todas las masacres y crímenes de guerra que se producen cada día en nuestro mundo?

El capitalismo implica especialización, división del trabajo. Sin duda, esto es lo más eficaz para la producción y el crecimiento económico; y parece ser que políticamente también es lo más eficaz. Nadie tiene las culpas, nadie tiene la responsabilidad, nadie sabe por qué se hacen las cosas ni quién es la mano que mueve los hilos.

En ese sentido, parece que hay sistemas políticos, como el fascismo o el capitalismo, que alientan a la gente a convertirse en marionetas, robots, piezas de un mecanismo. Nadie tiene la culpa de nada ni el mérito de nada. ¿De quién es el mérito de que un cantante llegue a ser famoso y vender millones de discos? ¿Del cantante, de las personas anónimas que le escriben las letras y le hacen la música, de los expertos en márketing por saber venderlo al público, de los grandes jefazos de las discográficas por dar las órdenes…? Nada parece estar claro.

Pero es peligroso. Es peligroso, porque una persona sin estómago ni entrenamiento para matar a alguien y una persona sin motivos para matar a alguien son inofensivas, pero en el momento en el que se juntan, alguien va a morir.

Hay sistemas que distribuyen menos la responsabilidad. El extremo absoluto sería el anarquismo, donde, si bien existe la cooperación, el individualismo llega a tal punto que nadie recibe órdenes de nadie; por tanto, si alguien quiere matar a inocentes, tendrá que hacerlo él mismo, y asumir las consecuencias él mismo.

Quizá no haga falta llegar tan lejos. Quizá sólo haga falta señalar con el dedo a los culpables, concienciar a la gente de la importancia de multinacionales y bancos en la política, del daño que causan, hacer caso a Amnistía Internacional en su reciente petición y encarcelar a George W. Bush…


Quizá.

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