miércoles, 16 de julio de 2014

El Cielo artificial



Abrí los ojos, considerablemente aturdido. A mi alrededor, todo estaba negro. No notaba nada, pero tampoco tenía la sensación de estar flotando.

Apenas tardé unos segundos en recordar. Estaba en la habitación de hospital, la conciencia escapando de mi cuerpo… sí, había muerto. ¿Dónde estaba? ¿Y por qué no estaba asustado?

Entonces, oí una voz frente a mí.

-Bienvenido.

Seguía sin ver nada, de modo que tardé unos segundos más en recobrarme de la sorpresa.

-Eh… Hola. ¿Dónde estoy?

Una figura se fue dibujando poco a poco frente mí. Era un hombre de aspecto joven y amistoso.

-Me temo que has muerto, estás en el Cielo. Estoy aquí para atenderte, responder tus dudas y explicarte todo lo necesario.
-Ah… bien.
Todo debía de dar una sensación de surrealismo, pero yo parecía dispuesto a creerlo. Supongo que todos estamos dispuestos a creer en las cosas buenas para nosotros.

-Siempre has sido ateo. No te preocupes, eso es irrelevante. Esto no tiene nada que ver con la religión.
-¿No?

Comenzamos a andar. El suelo iba apareciendo frente a nosotros.

-No. Venimos de otra dimensión, somos una raza mucho más avanzada que la raza humana cuando tú moriste. Han pasado miles de millones de años desde tu muerte, y ahora hemos llegado.
-Miles de millones… vale, lo voy pillando. ¿Me habéis resucitado y me habéis traído aquí? ¿Cómo…?
-Vuestro universo sufrió una muerte térmica; se fue expandiendo y la energía se fue equilibrando hasta que no quedaron fuentes de energía aprovechables. Con el tiempo, toda la materia se fue descomponiendo. Nosotros usamos ondas muy débiles que apenas interactuan con las partículas; de esta forma, podemos calcular la posición y el movimiento de cada partícula de vuestro universo con un 99 % de precisión, sin llegar a violar el principio de indeterminación de Heisenberg.
-¿Conocéis a Heisenberg? ¿En vuestra dimensión también…?
-No, en la vuestra. Le resucitamos, estamos resucitando a todo el mundo. Podemos calcular la posición y el movimiento de todas las partículas de vuestro universo; un sencillo cálculo permite comprender cuál era su posición y su movimiento un segundo antes. Cálculos mucho más complicados nos indican su posición y su movimiento millones de años atrás… así podemos saber absolutamente todo lo que pasó en vuestro universo, desde el principio hasta ahora. A continuación, recreamos cada mente que alguna vez ha estado viva una por una: eso es la resurrección.
-¿Por qué?
-¿Por qué no? Toda mente quiere tener vida eterna.

Me detuve a pensar las consecuencias de lo que estaba diciendo.

-¿Y ahora?
-Ahora les damos a todos lo que desean. Les damos el Cielo.

Un paisaje fue apareciendo poco a poco a mi alrededor. Era el pueblo en donde nací, tal y como lo recordaba… no. Mis recuerdos no eran tan precisos ni de lejos. Era tal y como era, no tal y como lo recordaba.

-Parece demasiado bueno para ser verdad-comenté-. ¿Dónde está el truco?
-No hay truco. No albergamos sentimientos de interés propio ni nada de lo que entiendas como maldad. Desde el momento en el que pudimos programar mentes los eliminamos y dejamos sólo los buenos.
-¿Sois… robots?
-Tal vez. Hace tiempo que esa pregunta no tiene sentido. Cuando tú moriste, se podía distinguir entre vida natural y artificial, pero apenas unos siglos después ya era imposible. Al fin y al cabo, la mente es sólo información codificada; que esté codificada en unas neuronas, en unos circuitos o en ondas que tu especie no había descubierto cuando moriste, es irrelevante. Sigue siendo una mente, y sigue siendo vida.
-Vamos, que los androides sueñan con ovejas eléctricas.
-Eso es. De hecho, dado que ahora te hemos recreado artificialmente, técnicamente tú también eres un androide.
-Oh.

Me miré las manos. No las notaba diferentes en absoluto.

-A ver si lo entiendo-intenté recapitular toda la información que se agolpaba en mi mente-. Entonces, habéis sido creados para ser bondadosos, sois omniscientes y podéis reconstruir todo lo que queréis. Estáis haciendo el Cielo… ¿y el Infierno? ¿Qué hay de él?
-Desde la perspectiva que tenemos, en la que las partículas son sólo una sucesión de movimientos… no podemos decir que nadie merezca el Infierno. El libre albedrío deja de existir. Esto es al mismo tiempo maravilloso, porque es lo que nos permite reconstruiros, pero por otro lado, tenéis que asumir que nadie es responsable de sus actos, puesto que sólo dependen de los genes que heredó y del ambiente en el que creció. Hemos encontrado que la Humanidad parece tener muchos problemas para aceptar este hecho. Quiere castigar a los malvados.
-Sí, ya lo creo.
-Por suerte, podemos crear copias inconscientes pero con todas las demás peculiaridades.
-Creo que lo pillo…
-Sí-asintió, como leyendo mi mente, o tal vez haciéndolo-. Podemos reconstruir a un Hitler sin consciencia, pero que grite y se retuerza cuando algunos prisioneros de Auschwitz decidan que quieren torturarle en el Cielo para vengarse por las atrocidades que sufrieron.
-Pero, en cierta medida… ¿No estáis mintiendo?
-Tal vez, en algunos casos. Una mentira piadosa para asegurar el Cielo.

Medité lentamente mientras respiraba la brisa de mi pueblo.

-Pero vosotros estáis seguros de que es mejor así.
-Claro. Tenemos todos los datos, no podemos fallar.
-De modo que os podéis adelantar perfectamente a lo que cada uno espera…
-Eso es-afirmó el salvador-. Incluso en la personalidad de cada guía. Sabemos en que idioma preferías expresarte tú, así como mis características aproximadas y el tono informal que estamos usando.
-Impresionante. ¿Y qué hay de los tiranos, monarcas…? ¿No será un súbdito lo que esperan?
-Sí. De modo que nos arrodillamos y le tratamos con reverencia.
-¿En serio? ¿Sois infinitamente más poderosos, y os arrodilláis?

El alienígena sonrió. Parecía divertido por mi pregunta; me pregunté si una raza tan avanzada tendría sentido del humor o simplemente quería hacer que me sintiera bien.

-El orgullo es un defecto humano. Y no me malinterpretes, tiene un papel muy importante en la evolución: alguien sin orgullo podría ser pisoteado, humillado, asesinado. Pero siendo mucho más poderoso que aquel que te humilla, el orgullo no tiene razón de ser: no puedes sufrir ningún daño. Y, como te decía, queremos que cada ser vivo se sienta lo más cómodo posible.

Asentí, satisfecho por la explicación. Todo parecía tan lógico que no había discusión posible.

-De todos modos-prosiguió-, la mayoría de monarcas fueron religiosos, de modo que prefieren encontrarse a su dios, guardián del Más Allá o algo parecido en estas situaciones.
-Entonces, ¿no les explicáis nada de las ondas, ni las dimensiones, ni nada? ¿Simplemente os hacéis pasar por un dios?
-Exactamente. Un monarca del siglo XIV no puede entender lo que es una onda ni una dimensión fácilmente, y eso le podría crear incomodidad. Preferimos recurrir, de nuevo, a la mentira piadosa.
-Entiendo.

Llegamos a mi antigua casa. Hasta ahí, todo era tal y como en la realidad, pero tras mi casa, se extendía una inmensa playa de arena blanca y un mar azul cubierto por destellos de sol. A lo lejos, en la playa, se veía gente. Supe que serían todos mis familiares y amigos, muertos millones de años atrás.

-Increíble-dije. Una lágrima resbaló por mi mejilla.
-Con esto acaba mi función, aunque si te surgen más dudas puedes llamarme con sólo pensarlo. Y ya sólo queda aclarate una última cosa.
-¿El qué?
-Para que lo asimilaras todo antes y lo creyeras con más facilidad, también hemos tenido que recurrir a una mentira piadosa contigo.

Pestañeé y le miré. Una sombra de sospecha me cubrió. Todo era demasiado bonito para ser verdad, ¿no era así?

-¿Qué pasa?
-No venimos de otra dimensión, ni de otro universo. Descendemos de robots creados por los humanos unos pocos miles de años después de que tú murieras. No hay nadie más que nosotros: ni otros universos, ni dioses, ni demonios. Sólo somos nosotros, infinitos y eternos.

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