miércoles, 13 de mayo de 2015

Historias de la Galaxia VI: Existencialismo

En principio, supongo que toda adquisición de conocimiento que resulte mínimamente interesante se reduce a contestar preguntas. Por ejemplo, ¿quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos?

Son preguntas que han sido formuladas durante toda la historia del pensamiento, pero en mi caso parecen resaltar especialmente. ¿Quién soy? No sé mi nombre. ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? Sólo se que estoy viajando. No sé mi lugar de origen ni mi destino; la inteligencia artificial de esta nave es la que conoce esos datos, ¿o acaso ni ella misma?

Sé que en algún lugar de mi memoria están las respuestas que busco, pero por algún motivo no puedo recordarlas. Es como si algo me impidiera acceder a ellas. Así pues, ¿cómo obtener conocimiento? ¿Cómo responder a mis preguntas, si la respuesta está dentro de mí y no puedo acceder a ella?

No sé quién soy. No hay espejos o cámaras en esta nave, de modo que no tengo forma de saber mi aspecto. Al menos sé que mis funciones motoras siguen activas, y puedo moverme libremente por esta nave. Sin embargo, noto como si faltara algo también en este aspecto, aunque una vez más no puedo recordar qué es.

También tengo un extraño instinto que parece indicarme que todas mis dudas serán resueltas y que en algún momento recuperaré la memoria. Por tanto, sólo me queda esperar.

Esperar es fácil. Conozco el concepto del aburrimiento, pero no parece afectarme. ¿Puede que sea un extraño efecto secundario de mi amnesia? De todos modos, los meses, los años van pasando en torno a mí y continúo esperando.

Sé que tarde o temprano llegaré a mi destino, y no puedo reprimir cierta curiosidad por encontrar por fin respuestas, pero no siento ansiedad. Lo que tenga que llegar, llegará.

En un determinado momento -¿es posible que mi destino esté cerca?- comprendo qué era lo que echaba de menos en mis funciones motoras. Comer. Beber. Desechar fluidos. No estoy haciendo nada de eso.

Comprendo, por fin, que soy un androide. Mis tres preguntas aún no han sido respondidas, pero he resulto otra gran incógnita: ¿sueñan los androides con ovejas eléctricas? Parece que sí. Al menos a mí me han debido de diseñar para creer que mis pautas de pensamiento son similares a las de un humano. Y si creo que pienso como un humano, ¿qué diferencia hay?

Es decir, puedo entender que no hay diferencias importantes entre un humano y un androide, más allá de los materiales con los que están construidos. Mi procesador funciona de manera semejante a una red de neuronas, pudiendo extraer las mismas conclusiones y percibir las mismas emociones, sin necesidad de neurotransmisores que al fin y al cabo sólo permiten probar nuevas combinaciones.

Al menos, eso es lo que creo. Podría equivocarme, pero siendo un androide que piensa, parece lógico que mi punto de vista puede aportar mucha fiabilidad a esta conclusión.

Ahora, puesto que sé quién soy, sólo quedan dos incógnitas por descubrir: de dónde vengo y a dónde voy.

Parte de los bloqueos en mi memoria se han roto. Comprendo mucho mejor las cosas. No recuerdo la fábrica en la que nací, pero no tiene importancia alguna: en cierto sentido, se puede decir que la pregunta de dónde vengo ha sido respondida por la de quién soy; o, en todo caso, ha perdido toda relevancia.

Así pues, dedico mis días a intentar descubrir cuál va a ser mi destino; supongo que, en cierta medida, es todo lo que hacemos aquellos que tenemos la capacidad de pensar.

Los planetas pasan a mi lado con las estrellas como fondo, brillantes luceros cuya intensa luz sólo se refleja sobre la escasa materia que encuentro en mi camino. Paso a través de un cinturón de asteroides de hielo que emite destellos de toda la gama del arcoiris, y observo la misma luz combarse en torno a un agujero negro, mas, si bien puedo reconocer la belleza de tales espectáculos, nada despiertan en mi interior. Puede que no me hayan programado para sentir tales emociones, o puede que mi interés se centre más en otros asuntos.

En cualquier caso, cuando encuentro una nave vagando por el espacio, otro bloqueo se rompe en mí, y comprendo que por fin he alcanzado mi tan ansiado destino. Confío en encontrar respuestas pronto.

Y, francamente, la brevedad con la que las encuentro me sorprende. Todas de golpe, como un aluvión. Conforme entro en la próxima nave, comprendo que estoy frente al amor de mi vida –o al menos eso estoy programada para creer- y que tengo que matarle para robar los datos de su nave.

Nos fundimos en un tierno abrazo, el único abrazo de toda mi existencia. Un abrazo de vida y muerte, un abrazo durante el cual una aguja hipodérmica surge de algún compartimento de mi mano y desliza en el interior de sus venas el veneno que terminará con él en apenas unos segundos. Ni siquiera tendrá posibilidad de vaciar sus recuerdos, sus pensamientos y sus sentimientos en un banco de datos, como hicieron sus antepasados antes que él. ¿A dónde irán sus recuerdos, entonces? ¿Se desvanecerán acaso para siempre?

El cuerpo interte queda flotando en la nave. Extraigo su ADN y después los datos del ordenador, que van a parar a algún lugar de mi memoria. Todos esos videos, textos, música, y todo tipo de datos fluyendo hacia mí… es una experiencia extraordinaria, aunque el sabor amargo de la muerte de mi amor parece llenar toda mi consciencia.

Vuelvo a mi nave, con toda esta información en mí, y de pronto, se desbloquea aún otro remoto rincón de mi memoria al que no había llegado. Y comprendo, pues, que mi destino no había sido alcanzado: mi auténtico destino viene ahora.

Ahora, cuando regrese a mi base y entregue los datos. Entonces, toda mi memoria, sentimientos, pensamientos, reflexiones y, probablemente, también mi aspecto exterior, serán eliminados. Me asignarán otra consciencia distinta, y tendré que realizar alguna otra misión, ¿quién sabe cuál?

Y probablemente, todo lo que yo tenía también se desvanezca para siempre. ¿Se podrá considerar que sigo existiendo, cuando mi cuerpo robótico tenga otra misión? ¿Se podrá considerar incluso cuando sea destruido y sus partículas se esparzan en la atmósfera de algún planeta, o quizás en el vacío? ¿Y cuando formen parte de alguna estrella o agujero negro? Me gustaría pensar que sí, pero me cuesta ser optimista.


Quién sabe.

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