miércoles, 21 de septiembre de 2016

Trip report: Setas mexicanas


Peso las setas mexicanas en una báscula hasta que alcanza el peso que quiero. Cuando empiezo a comerlas, no saben tan mal como esperaba, aunque después de unas cuantas, el sabor amargo se va acumulando y el estómago se revuelve ligeramente.

Los efectos empiezan a notarse con la sensación de estar en una nube, que se va incrementando. La percepción del tiempo se altera, aparece una sensación de bienestar muy agradable, y resulta duro moverse, sobreponiéndose las ganas de quedarse tumbado. La sensación de bienestar termina siendo bastante fuerte; parece un buen remedio contra la depresión, aunque tal vez al pasarse los efectos se produzca cierto efecto rebote.

Se produce también un leve mareo y la memoria a corto plazo parece bastante afectada; en principio, parece difícil concentrarse en algo. La risa aparece muy fácilmente, igual que con la marihuana, quizá más.

Conforme los efectos se van pasando, noto cierta alteración de la realidad. Parece que todo se ve mucho más real, como si el cerebro captase mejor lo que ve el ojo. No se ve más nítidamente, pero, de alguna forma, se percibe más nítidamente lo que se ve. Es un efecto muy difícil de explicar; recuerda a Aldous Huxley citando a William Blake para explicar cómo las puertas de la percepción se abren.

Bajando a la calle, todo sigue siendo más real. Hace frío y calor a la vez, pero el sol y las setas juntos hacen subir de nuevo el optimismo. La distancia es juguetona, igual que lo es el tiempo; recorrer unos cuantos metros puede hacerse muy largo, y el tramo siguiente, sin ningún motivo, se hace mucho más corto.


La diarrea aparece unas horas después.

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