domingo, 4 de febrero de 2018

Las ciudades invisibles: Melania

Las ciudades invisibles, de Italo Calvino, es una obra que me apetece recomendar hoy. Recoge las descripciones de un buen número de ciudades ficticias muy particulares y, bueno, básicamente en eso se basa el libro. Dejo por aquí la descripción de la ciudad de Melania como ejemplo. La ilustración es de la web http://www.cittainvisibili.com, en la que se pueden ver pinturas inspiradas en esta obra (obviamente ésta es la correspondiente a Melania).


En Melania, cada vez que uno entra en la plaza, se encuentra en mitad de un diálogo: el soldado fanfarrón y el parásito al salir por una puerta se encuentran con el joven pródigo y la meretriz; o bien el padre avaro desde el umbral dirige las últimas recomendaciones a la hija enamorada y es interrumpido por el criado tonto que va a llevar un billete a la celestina. Uno vuelve a Melania años después y encuentra el mismo diálogo que continúa; entretanto han muerto el parásito, la celestina, el padre avaro; pero el soldado fanfarrón, la hija enamorada, el enano tonto han ocupado sus puestos, sustituidos a su vez por el hipócrita, la confidente, el astrólogo. La población de Melania se renueva: los interlocutores mueren uno por uno y entretanto nacen los que se ubicarán a su vez en el diálogo, éste en un papel, aquél en el otro. Cuando alguien cambia de papel o abandona la plaza para siempre o entra por primera vez, se producen cambios en cadena, hasta que todos los papeles se distribuyen de nuevo; pero entre tanto al viejo colérico continúa respondiendo la criadilla ocurrente, el usurero no deja de perseguir al joven desheredado, la nodriza de consolar a la enterada, aunque ninguno de ellos conserve los ojos y la voz que tenía en la escena precedente. Sucede a veces que un solo interlocutor desempeña al mismo tiempo dos o más papeles: tirano, benefactor, mensajero; o que un papel se desdobla, se multiplica, se atribuye a cien, a mil habitantes de Melania: tres mil para el hipócrita, treinta mil para el gorrón, cien mil hijos de reyes caídos en desgracia que esperan el reconocimiento. Con el paso del tiempo hasta los papeles no son exactamente los mismos que antes; es cierto que la acción que impulsan a través de intrigas y golpes de escena lleva a un desenlace final cualquiera, que sigue acercándose aun cuando la madeja parezca enredarse más y aumentar los obstáculos. El que se asoma a la plaza en momentos sucesivos comprende que de un acto a otro el diálogo cambia, aunque las vidas de los habitantes de Melania sean demasiado breves como para advertirlo.

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